Kevin Samir España, conocido como Samir entre quienes lo aprecian, transita su camino vital con la serenidad de quien descubre un secreto en cada pulsación de teclado y percibe música en el susurro del viento. En su infancia en Colombia, mientras otros niños disputaban juegos en el patio, él soñaba con melodías que danzaban entre circuitos invisibles, presintiendo que aquella curiosidad encendería un día proyectos capaces de transformar destinos.

Los viajes han sido para él puertas de asombro y crecimiento. Su más reciente travesía a la Patagonia lo marcó de manera indeleble: al contemplar la vastedad de sus glaciares y montañas, Samir se sintió situado en la justa medida, recordando la inmensidad del mundo y la humildad que brota al enfrentarse a paisajes tan majestuosos.
Su trayectoria profesional comienza en agencias internacionales como J. Walter Thompson y McCann Erickson, donde aprendió a narrar marcas y a desgranar psicologías colectivas. Con ese aprendizaje fundó una empresa de camisetas: un experimento de moda y conversación social a través de la tela. Más tarde se unió a Danta, la productora audiovisual de sus socios, donde aprendió las ejecuciones de producción para grandes marcas de Colombia. Posteriormente creó una panadería artesanal, demostrando que su espíritu emprendedor no entiende de límites sectoriales. Hace 14 años, Kevin apostó por la educación tecnológica al crear una academia de desarrollo de software en Valledupar y Barranquilla —tuvo también una sede en Riohacha, que cerró tiempo después— con la que ha formado a cientos de talentos y ha transformado la vida de muchas personas.
A lo largo de su carrera ha trabajado con más de 25 marcas globales de la lista Fortune 500, aportando soluciones creativas e innovadoras en proyectos de diversa escala. Su academia se ha consolidado no solo por la calidad técnica de sus programas, sino por el cambio profundo que ha generado en quienes pasan por sus aulas: este impacto humano es el principal resultado de su éxito.
Como narrador de su propia odisea, Kevin mira al futuro con la misma mezcla de humildad y ambición que caracteriza a los grandes exploradores: sueña con nuevas sedes en Cartagena o Santa Marta y con llevar la bandera de la educación tecnológica más allá de las fronteras colombianas. En su pluma imaginaria, cada día es un commit —un compromiso— con la innovación, la pasión y la convicción de que, para escribir el mañana, basta con conjugar la voluntad de aprender y la osadía de emprender.